lunes, 18 de julio de 2022

EMILIANO BERNAL, UN LUTHIER DE BUENA MADERA

Emiliano Bernal vive en Burzaco, una ciudad de la zona sur del gran Buenos Aires. Hace más de quince años es luthier, se dedica a construir y a reparar instrumentos de cuerdas pulsada, bajos y guitarras que pueden ser eléctricos o acústicos y también tres cubano, cuatro venezolano o ronrocos.  


Emiliano es una persona que transmite serenidad al hablar y elige sus palabras antes de decirlas. Quizá el oficio que eligió lo hizo ser así, metódico y ordenado con las medidas y los cortes que realiza para que un instrumento se materialice. Sereno con las palabras para transmitir sus ideas. Esa tranquilidad que refleja, es fundamental para su trabajo con la madera.

Arrancó en la luthería casi por casualidad en el año 2006 cuando visitó un festival folclórico veraniego en Capitán Sarmiento, provincia de Buenos Aires. Ahí sucedió la magia. 

Era uno de esos eventos musicales típicos de los pueblos del interior, que duran mucho tiempo, en donde artistas locales tocan en vivo por muchas horas. Emiliano había ido a acompañar al cantante y compositor argentino de música popular Raly Barrionuevo, su amigo. 

Mientras esperaba que el músico principal brindara su espectáculo de cierre del festival, Emiliano comenzó a recorrer los puestos de productores locales de chacinados, artículos de cuero o plantas. En uno de esos puestos, había un luthier de la zona norte de Buenos Aires llamado Julio Malarino, estaba invitado a exponer. 

“Me acerqué a visitar el stand porque me llamó la atención. Estaba presentado muy sencillo: un mantel blanco, dos o tres instrumentos muy bien terminados, unas tarjetitas y una persona bien predispuesta”, Bernal se emociona al contarlo y recordar sus inicios en el arte de la luthería. 

Se sintió identificado con ese puesto, sencillo pero revelador, e intercambió algunas palabras con Malarino, el expositor. Averigüó para tomar clases con esa persona, pero como vivía en zona norte y le quedaba lejos, decidió buscar otro lugar más cerca de su casa en donde estudiar. 

Encontró una escuela de luthería en la Ciudad de Buenos Aires, en la manzana de las luces ubicada en Diagonal Sur, llamada Jatún Maki, que en quechua significa manos generosas. Ahí conoció a su maestro, Wayra Muyöj, una persona muy reconocida en el ambiente de la luthería. Si bien el curso duró tres meses, Bernal cuenta que recibió ciertos lineamientos y frases que hasta hoy conserva como guías y son la base de su trabajo. 

La luthería es como cualquier rubro en donde se pone en juego el arte. Hay un recorrido formal, pero también hay una búsqueda, curiosidad y exploración. Es como un pintor o un escultor, puede tener un maestro, pero después hay mucho de autodidacta. Emiliano es un melómano, le gusta la música, y descubrir cosas nuevas. 

Bernal se formó de manera personal con algunos libros que consiguió, muchas veces libros en inglés, en los que tenía que interpretar la foto impresa, el texto y entender lo que quiere decir. Con la irrupción de internet, el acceso a la información cambió. Hay foros, tutoriales o videos en los que, quienes quieren empezar en la luthería, o en cualquier otro oficio, tienen muchos elementos técnicos para aprender e investigar. 

Si bien Emiliano Bernal construyó instrumentos para músicos reconocidos, o con cierta trascendencia, también trabajó con artistas que se están iniciando, que se presentan en lugares más chicos o no hacen giras: “Para mi es importante porque todo me afianza en mi trabajo, porque sé que el instrumento que construí está sirviendo como una herramienta de trabajo. En este último tiempo, existe la idea de convertir a los instrumentos en piezas de arte que se vuelven intocables. Algunos son incómodos, no son versátiles y hacen que sea difícil tocar dos horas en un escenario con ellos. Lo importante es que el instrumento sea versátil para tocar o grabar. Tengo la suerte de que Rali Barrionuevo, Lisandro Aristimuño, Yusa o Marco Rentería grabaron con instrumentos que yo construí ”. 

La mirada que Bernal tiene sobre la luthería es la de construir un instrumento suene bien y sea funcional, que se use. Cuenta que la satisfacción va más allá del ego de que músicos reconocidos lo contacten por su trabajo. El hecho de que sean músicos reconocidos los que lo contactan lo toma como un gesto de gratitud de la vida, en donde se refleja el fin superior: la música. 

El luthier afirma que él le da vida a algo utilizando un arte y que a su vez, es un medio para llegar a la obra de arte final. El instrumento es el medio para construir una obra de arte final que puede ser una canción o una obra instrumental. 


Al ser consultado si le quedaban sueños por cumplir dentro de su trabajo, Bernal explicó que no comparte ciertos conceptos sobre los logros y los fracasos: “hay quienes tienen terror al fracaso, es una visión un poco perversa del mismo sistema capitalista. Yo me planteo objetivos de manera interna, íntima, personal. Pero no me planteo cuestiones como por ejemplo ser el luthier de Robert Smith, quien fue miembro y líder de la banda The Cure y de quien soy fanático. Hoy en día la palabra imposible es impronunciable, porque la sociedad nos indica que no hay imposibles. Si no llegás a lograr lo que querés, es porque no te lo propusiste. Porque vos sos el propio fracaso y no es así. Si, tengo sueños, pero dentro de estos parámetros. 

Además de Luthier, Emiliano Bernal es profesor de historia y sociología en escuelas secundarias de adultos. Reparte su tiempo entre la enseñanza y la luthería. El hecho de enseñar, de alguna manera, también es un proceso creativo en donde se moldea el conocimiento.

Bernal afirma que la luthería es su oficio y su medio de vida. Todo el tiempo que otra persona lo utiliza para hacer una actividad como ir al cine, ir al gimnasio o mirar series, él lo ocupa en la luthería, porque es su pasión. 


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