sábado, 5 de enero de 2019

El día que casi veo a los Reyes Magos


La oportunidad era solo una, después había que esperar hasta el otro año. Siempre me pasaba lo mismo, al final me quedaba dormido. Cuando me despertaba ya estaban los regalos. Entonces tenía que esperar un año, otra vez.

Cuando era chico sentía que podía ver a los Reyes Magos. Con Papá Noel era distinto, no tenía esperanzas de verlo. Era uno solo, había mucha gente, ruidos, algún pariente que iba a sacar una bebida de la heladera, todos iban y venían, comida para acá, comida para allá, el tipo que venía a las doce. Era difícil. Alguien me puede decir que es más fácil, porque viene con un trineo lleno de Renos. Bueno, si, está bien, es verdad. Pero para mi lo dejaba estacionado por ahí y hacía el recorrido caminando. Pero con los Reyes era otra cosa, lo creía posible. Sentía que verlos dependía en gran parte de mí, solo tenía que esperarlos despierto. No había gente, éramos ellos y yo en medio de una noche silenciosa.


Ese día estaba decidido, los iba a esperar y por fin los iba a ver. Además, venían con los camellos. Yo pensaba “¿Como no voy a ver tres camellos? ¡Son enormes!” Había visto unos en el zoológico y realmente eran inmensos, aunque los del zoológico eran de una sola joroba. Me dijeron que los camellos de los Reyes Magos tenian dos jorobas y eran un poco más grandes. Más a mí favor, los tengo que ver. Se me puede escapar el negro Baltazar en la oscuridad, pensé, pero con la ropa de colores igual lo tengo que ver.
Esa noche los podía sorprender mientras me dejaban el regalo. Eran tres Reyes Magos, tres camellos, más las bolsas de regalos. Un quilombo bárbaro en el patio trasero de casa. Era "la oportunidad".

Preparé el pasto, corte mucho, lo puse en una palangana violeta de plástico que había en mí casa. No estaba seguro de usarla, porque si uno de los camellos la pisaba y la rompía, mí mamá seguro me iba a decir algo. Siempre la usaba para poner la ropa para colgar, pero me arriesgué. Los camellos siempre fueron muy cuidadosos, nunca rompieron nada. En otro balde grande con manija puse el agua. A la ofrenda le sumé mis zapatillas topper blancas, la carta y listo.

Dejé todo en el patio de atrás de casa, en el mismo lugar donde intentaba cazar pajaritos. A ellos los veía, aunque nunca agarré ni uno. Les ponía el alpiste que le robaba a mi abuelo, acomodaba una caja de cartón levantada de un costado con un palito y un hilo atado al palo. En ese lugar ahora estaba poniendo las cosas para los Reyes. Esa noche me quedé despierto, vigilando desde la ventana de la que tiraba del hilo cuando cazaba.

Mí papá se acercó y me dijo: “¿Que hacés? ¿Los querés ver? Mirá que es difícil, no te olvides que son Magos.” Lo miré y le dije que si, que me iba a quedar ahí, toda la noche en silencio hasta que vengan. Él se sonrió, me acarició la cabeza y me dijo "Bueno, yo me voy a dormir."
Apagué todas las luces y me quedé esperando. No sé cuánto tiempo pasó, pero al final me dormí. Amanecí en mí cama. Cuando me desperté, sobresaltado, salí corriendo hacia mí puesto de guardia en la ventana. Me asomé y estaban los regalos. ¡No! ¡otra vez no!
Los camellos se habían tomado el agua, habían comido el pasto y por suerte no habían roto la palangana violeta de mí mamá. Eso me daba tranquilidad.


El único problema es que iba a tener que esperar otro año. Pero, al menos, tenía tiempo para pensar mejor el plan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por tus comentarios

Miguel “el Chango” García vuelve a los escenarios

El compositor y cantante Miguel García presentará su música solista por primera vez en Gibson Bar, Macias 589, Adrogué, Buenos Aires. La ci...