viernes, 4 de enero de 2019

Prefiero no cruzarme con una Araña

¿Te lleno la pileta del lavadero? Te baño ahí ¿Querés? Me dijo mi mamá una noche de mucho calor. Debo reconocer que la idea me encantó. Yo tendría unos cinco o seis años, no lo recuerdo con exactitud. Tampoco recuerdo con exactitud si fue mi mamá o alguna de mis hermanas mayores la que me propuso el baño de inmersión. Lo que si me acuerdo es la imagen de la araña.
El recuerdo me vino anoche, después de bañarme. Salí mojado y desnudo de la ducha, agarré un toallón para secarme y salió de entre los pliegues del toallón una araña de unos tres centímetros de diámetro. Patas finitas y largas, cuerpo oscuro y bastante grande, un bicho respetable, de proporciones que requieren de cierto estado de alerta.

Desde la visión de la araña seguramente yo le representaba un peligro peor, pero la descripción del mundo la escriben los humanos, así que yo digo que la araña que salió de entre los pliegues del toallón era grande y santo remedio.

El destino del bicho fue un zapatillazo, un poco por prejuicio y otro por seguridad, mira si la muy turra me picaba, o picaba a alguno de mis hijos. Ya no fue honesta con esa actitud de esconderse en un toallón, justo antes de que yo lo use para secarme, ¿Cuál era el fin? ¿Se ocultaba por algo? ¿Que tenía que esconder?

La araña de anoche me recordó aquella de la pileta del lavadero, un piletón de cemento, de los de antes, con los bordes principales redondeados. De esos que las abuelas usaban para lavar la ropa, fregándola contra la tabla de madera. Esta pileta que les cuento era lo suficientemente amplia como para que un nene cupiera cómodo en su interior
Me pararon en un tacho amarillo dado vuelta y me sacaron toda la ropa. Primero la remera, estoy seguro que costó sacar la cabeza. Siempre cuesta sacar la cabeza de los nenes por el agujero de las remeras,  hay que hacer un poco de fuerza.  Aparentemente vienen con ese agujero más chico. Después me sacaron el shorcito y el calzoncillo.
Ya desnudo, me abrazaron, y me levantaron para meterme dentro de mi jacuzzi. Pero ahí estaba ella, para mí una tarántula. Una araña de proporciones épicas, como salida de un cuento de ciencia ficción. Era marrón muy oscuro, casi negra. Tenía las patas largas, llenas de pelitos. Estaba paradita en el agujero del desagote, quieta, expectante. Esperando a su presa, un nene desnudo por bañarse. Claramente no entrábamos ahí los dos, mi cara de espanto lo decía todo.
- "Yo ahí no entro".
Me dejaron en el piso y la mataron poniendo el tapón, quedó atrapada en el desagote. Era tan grande que las patas sobresalían de la circunferencia uno o dos centímetros.
- "Listo, ya está. Metete” Me dijeron.

"Ni loco me meto ahí” pensé yo. ¿Mirá si no se murió? Mirá si esa araña tiene superpoderes, levanta el tapón y me pica. Porque estoy seguro de que está enojada porque la atraparon. Yo no entro ni loco, metete vos si sos valiente. ¿Por qué tengo que ser yo el que comparta el espacio con ese bicho?

Entonces ahí sacaron el tapón, sacaron la araña, pusieron el tapón y empezaron a llenar el piletón nuevamente.

Asi, como se escriben las grandes hazañas, les cuento que pude salir del baño sin tanto orgullo. Porque pensandolo bien, al fin de cuentas, mi reacción fue puro prejuicio.


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