martes, 2 de octubre de 2018

El gol que no fué

Yo trabajaba en Aesa, una empresa de YPF, Alejandro era un destacado periodista de La Nación que había asumido como Director de Comunicación en Ypf en 2008. En 2013, yo estaba por recibirme de Lic. en Relaciones Públicas, entonces en ese año lo contacté por mail interno para contarle esto. Le dije que me recibía pronto y que me gustaría trabajar en comunicación. Me la jugué; envié el correo y me salió bien.

A los pocos días me responde que cuando pueda vaya a una reunión a la torre de Ypf, que él me iba a atender.

¡Imagínate yo! Tenía la posibilidad concreta de entrar en el área de comunicación de la Petrolera más grande e importante de Argentina. No me importaba la guita, ni nada. Quería hacer la experiencia de escribir sobre lo que la empresa deseaba comunicar.

En mi cabeza yo ya había ganado un mundial. La jugada era fácil, Aesa era una empresa de Ypf, solo había que hacer un movimiento interno. De jefe a jefe, “tomá, te lo mando”.

Me sentía un 9 que corría los últimos veinte metros de la cancha hacia el área contraria y con la pelota dominada. Solo me quedaba el arquero, que cómo pintaba, me iba a dejar hacer el gol. Ya me veía festejando, la tribuna, los flashes, los abrazos, el llanto, el campeonato, copa, medalla, beso, todo. ¡Para mí, era como salir campeón! ¡Era como si me hubiesen llamado para jugar en el Barcelona de Guardiola!

Bueno, quedamos en juntarnos con Alejandro un día en “la torre Ypf”. Para hacer bien las cosas, hablé con mi jefe de compras en Aesa y le conté la situación. Le dije que la comunicación y las relaciones públicas eran mi pasión, que el Director del área de Ypf me había invitado a una reunión. Mi jefe habló con mi Gerente y los dos me dieron el ok. Seria Septiembre/Octubre de 2013. Hasta el Gerente General de Aesa estaba al tanto de mi sueño. Personalmente me había encargado de que se entere.

Llega el día, voy a la reunión con Alejandro y en la recepción me cruzo con el Puma Agustín Pichot. Obvio, pensé, esto es Primera. Hablo por teléfono desde la recepción con Alejandro y me dice que ese día no me puede atender. Quedamos para otro día. No importa, digo. La voluntad de atenderme está, eso era lo importante.

Vuelvo a Aesa y le cuento a mi jefe. “Bueno, tranquilo” me dice.

Llega la nueva fecha pactada, tenemos la reunión. El tipo súper amable, súper humilde, lo que se dice un grande. Le conté que a fin de año me recibía. Que me encantaría trabajar en el área de comunicación, que no tenía problemas de horarios y que no me importaba el viaje. (Aesa me quedaba a 20 minutos, Ypf a 1 hora y 20 mínimo)

Al tipo le cae bien mi predisposición. Me cuenta que él vive en La Plata y que cuando empezó a escribir para La Nación tenía como 2 horas de viaje, pero que él las hacía con gusto. Porque el periodismo era lo que más le gustaba, era su pasión. Y la remata con una frase que me dio la felicidad más linda “está bien. Si te gusta escribir, tenés que estar acá. Tenemos que esperar que se dé una vacante”.

¡Imagínate! ¡La hinchada se paró y gritó Gooooooooooooool! Ese día fui feliz.

Pobre tipo, cada 30 o 40 días le escribía un correo para que no se olvide de mí. Esa delgada línea entre estar presente o ser un rompe huevos.

Le mandé esta nota para que vea que las ganas y la capacidad estaban "Pizzería Mingo, un clasico en Luis Guillón"

La cosa se empezó a dilatar y la vacante no aparecía.

En Diciembre de ese año echan a mi Gerente y, a los pocos meses, echan a mi jefe. Le cuento al nuevo Gerente lo mismo que le había contado a mi Jefe, al que echaron. En una charla en la máquina de café el tipo me dice que “acelere mi pase a Ypf porque sino.... bueno”. En ese momento no entendí muy bien el “bueno”, pero por las dudas empecé a mandar correos a otras áreas similares en Ypf para ver si se daba alguna vacante. Mientras tanto esperaba que me llame el técnico del Barcelona. ¿Qué podía salir mal? Si ya me había dicho que tenía condiciones para jugar ahí.

Me recibí de Licenciado en Relaciones Públicas en marzo de 2014 y en junio de ese mismo año el nuevo Gerente me despidió.

La vacante nunca se dió, el Barcelona siguió jugando y yo tuve que buscar laburo... fue como el “me cortaron las piernas” de Diego.

Diez años laburé en esa empresa... que loco como un tipo que ni te conoce puede cambiar tus planes. Y, también, como yo fui un poco verde para no leer la jugada.

En fin... Ya en el vestuario por la roja, le mandé un correo a Alejandro contándole lo qué pasó. El tipo un grande, me vuelve a invitar a su oficina. Me dice que es una lástima lo que me paso y que podía pasar a saludarlo cuando quisiera.

Nunca más volví...

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