jueves, 11 de octubre de 2018

Perdón, pero no me quedaba otra


La historia se remonta a 1997. Román nos anotó en un torneo de fútbol en Nuñez, se enteró porque su primo conocía al organizador. Nuestro equipo de barrio no tenía camisetas y el torneo relámpago ofrecía once casacas como premio al ganador. Comenzamos nuestro viaje. Tren a Constitución, subte C a Retiro y de ahí el tren Mitre a Núñez. ¡Y después había que jugar! Pero llegamos y no había nadie.

“¿Estás seguro de que era acá?“ Le pregunté a Román. “Si, es La dirección que me paso mí primo”. Esperamos una hora pero nada. El Turco, áspero número dos y capitán del equipo, estaba molesto “Ya está, viejo. Nos vamos” dijo. Justo llegó el primo de Román que vivía ahí cerca, creo que en Belgrano. “¡Perdoname, Román! ¡Llamé por teléfono a tú casa y me dijo tú vieja que ya te habías ido! Se suspendió esto…”.

¡Nos queríamos morir! ¡Todo un viaje para nada! Los ánimos estaban caldeados y era obvio, a nadie le gusta madrugar un domingo.
“No se hagan problema, muchachos - dijo nuestro organizador fallido - Hablé con el Ruso y él nos hace partido por plata; así arriman a las camisetas. Ellos están acá en Capital, cerca de la cancha de San Lorenzo”. El equipo casi completo aceptó esa locura. No teníamos con que pagar si perdíamos, pero el primo de Román nos prestaba unos pesos si el resultado no nos favorecía.

Caminamos un poco y nos tomamos el colectivo 42 hacia el bajo Flores. Llegamos, buscamos la dirección de la cita y ahí estaba el Ruso, nuestro anfitrión. “Vengan por acá” nos dijo con cara de pocos amigos. Empezamos a caminar mientras las veredas se achicaban hasta desaparecer. Casas precarias de dos o tres pisos, pasillos angostos y paredes sin revocar. Gente que iba y venía. Ese era el paisaje de nuestro desafío. En el medio de todas esas casas se abría un pulmón para darle lugar a la canchita. Estábamos en La villa del bajo Flores. Mamita. Lo miro al Turco y le digo “Si perdemos acá, nos matan, no tenemos para pagar. Y si ganamos, también nos matan. De acá no salimos".
Nos acomodamos para jugar y se empezó a llenar de público. Éramos visitantes y así  lo sentíamos. Hasta el árbitro era de ellos. Eran dos tiempos de 30 minutos y el ganador se llevaba trescientos pesos. A nosotros nos hacían falta, pero era una parada complicada.

De una de las casas linderas levantaron una chapa, apareció una ventana y ahí se armó el buffet. El humo y el olor a choripán de la parrilla se metían en la cancha. Nos desconcentrábamos aún más. ¡Teníamos un hambre!

Me acuerdo que arrancó el partido y los nervios nos traicionaron, empezamos perdiendo. Un error de nuestro arquero sentenciaba el 0-1. Ellos no eran buenos, pero eran locales. Lo mejor que tenían era el Ruso. Nosotros teníamos a Diego, nuestro Maradona. Un zurdo que jugaba realmente bien. La primera pelota que tocó con confianza la mandó a guardar y empato el partido. El juego se volvió trabado y otra vez quedamos abajo. Dos goles seguidos de ellos nos dejaban 1-3. Estábamos en problemas. La cancha era un infierno, no menos de cincuenta personas en contra. El gordo que vendía choripanes nos gritaba de todo. Tenía puesta una musculosa azul que dejaba ver su prominente panza. Algunas de sus frases eran realmente creativas. Intimidantes, pero creativas.
En el segundo tiempo Dieguito se vistió de héroe de nuevo, se puso el equipo al hombro y empato el partido 3 a 3 con dos golazos.

Ellos nerviosos, nosotros nerviosos, el calor apretaba, el público era un fuego, el humo de los choripanes, el partido picante, el gordo que puteaba, un centro de Román, cabezazo del Turco, 4 a 3 y a cobrar. Le estábamos ganando al equipo del Ruso en el medio de La villa del bajo Flores. Nunca sentí tanto miedo por mi integridad física. “Los vamos a cagar a trompadas””La puta que te parió” era lo más liviano que nos gritaban.

Así fue que en la jugada siguiente, simulando un rechazo al corner, la clave en un ángulo. 4 a 4 y fin del partido. Los de mi equipo me querían matar, pero ya tendría tiempo de explicarles.

1 comentario:

Muchas gracias por tus comentarios

Miguel “el Chango” García vuelve a los escenarios

El compositor y cantante Miguel García presentará su música solista por primera vez en Gibson Bar, Macias 589, Adrogué, Buenos Aires. La ci...